Annika Brunke

Annika Brunke (Las Palmas de Gran Canaria, 1975) ha residido en México, Estados Unidos y España. Desde siempre ha sentido debilidad por la novela negra, pero también por las novelas románticas y de misterio. En la actualidad, compagina su cargo como subdirectora de una conocida empresa de restauración en Gran Canaria con la literatura, su gran pasión, y colabora en la revista LyB Actual, una publicación digital de contenido diverso pero con un claro enfoque de género. Investigadora incansable de la mente criminal y la historia negra de Canarias, Annika Brunke mezcla con maestría acontecimientos reales con altas dosis de ficción, encajando las piezas con precisión y construyendo una nueva realidad trepidante y adictiva en la que sumerge al lector sin darle tregua durante toda la trama. Otras obras publicadas de la autora son: Hasta que se acabe el mar, Velouté, Negar a María y La casa en el Palmar, primera entrega de la sargento Ana Montes a quien podrás seguir la pista en la segunda entrega Quinta de ánimas

Annika Brunke y Editorial Ediciones Garoé

 Entrevista 

 «Me apasiona la mente humana. Todos seríamos capaces de matar» 

 Annika Brunke, escritora.

Por Germán Vega. 

Mi encuentro con Annika se produce en el paseo de Las Canteras de la capital grancanaria, cómodamente sentados en una terraza, disfrutando de los últimos rayos de sol de una tarde de diciembre. Annika espera la primera pregunta con expectación, con una mirada de ojos rasgados y una sonrisa que rara vez desaparece de sus labios. No es mi intención hacerla esperar.

Annika Brunke no parece un nombre español; mucho menos canario. Sin embargo, naciste en Las Palmas de Gran Canaria y en la actualidad resides aquí, pero no siempre fue así. ¿Cómo ha sido ese peregrinar por México y Estados Unidos? ¿Te consideras ciudadana del mundo?¿Echas de menos algo de aquello? 
Ciudadanos del mundo somos todos de alguna manera, ¿no? Estuve en México cuando tenía cinco años. Mi padre había abierto un restaurante en Cancún y mi madre, mi hermana y yo nos fuimos con él. Fue solo durante un año y, aunque era pequeña, recuerdo muchas cosas: me acuerdo de los olores a cilantro, a masa de pan antes de hornearse, a chile en polvo…, y también del sonido de los grillos que yo atribuía a las serpientes —la primera risa franca no se hace esperar ante los recuerdos de su niñez—. A Estados Unidos me fui por amor. Cuando aquello terminó, volví a la isla. ¿Si echo de menos algo? ¿Qué te puedo decir? Canarias es mi casa. Cuando vuelves después de una temporada fuera, valoras las cosas de otra manera, sobre todo, lo que tenemos aquí. Yo creo que los canarios, por nuestra condición de isleños y por ser un puerto tan importante, estamos abiertos al mundo. Mucho más que los ciudadanos de otros países. 

«Siempre fui una niña distinta a las demás». 

Bueno, tu infancia y tu adolescencia no tienen desperdicio. 

Siempre fui una niña distinta a las demás. No me gustaban las mismas cosas que les gustaban a las chicas de mi edad. Por ponerte un ejemplo, recuerdo que escuchaba a Sinatra y a Edith Priaf, escribía poemas y cuentos... Mientras otras tenían un poster de Sensación de Vivir decorando la habitación, el mío era de Malcom X. —La autora se encoge de hombros y sonríe. La expresión de su rostro muestra resignación, pero también aceptación. 

Comienzas con la poesía y el relato corto ¿Recuerdas cómo surgió en ti esa necesidad de escribir y por qué elegiste la poesía?  
Siempre me gustó escribir. Recuerdo que lo primero que escribí fueron coplas canarias para un concurso en 3º de BUP ¡y quedé segunda! —exclama jubilosa—. La chica que quedó primera me confesó que creía que su éxito se debió a que incluyó dibujos en el texto que yo no tenía. Me llamaba mucho la atención poder comunicar tanto sin tener que hablar, porque siempre he sido bastante tímida. Y empecé con cositas para clase. Uno de los trabajos que recuerdo fue el que realicé sobre Los renglones torcidos de Dios, la primera novela para adultos que leí y que me fascinó. 

¡Vaya! Haces una clara mención a esa novela en La casa de El Palmar, que, por otra parte, está de moda por la adaptación cinematográfica, ¿un guiño tal vez a ese recuerdo?
Así es. También utilizo el apellido de uno de los personajes secundarios: Almenara, el marido de la protagonista del libro de Torcuato Luca de Tena. Es un libro que me impactó. Como ves, empecé con la mente humana, mejor ejemplo que las peripecias de Alice Gould en un psiquiátrico, imposible. 

«Me decanto por la novela romántica. escribir erótico me cuesta mucho». 

Has escrito novela romántica, erótica y negra. ¿Tienes alguna preferencia por un género en particular? 

Tiro más hacia lo romántico, aunque siempre hay alguna muerte de por medio —añade con un guiño de niña traviesa—. Es donde mejor me desenvuelvo: romanticismo con un poco de suspense. Me encanta la investigación criminal. Me apasiona la mente humana. La capacidad de matar del ser humano sin que necesariamente sufra alguna enfermedad mental. Todos seríamos capaces de hacerlo. Escribir erótico, sinceramente, me cuesta muchísimo. Lo he hecho, pero no es mi género. 

Sin embargo has publicado Velouté, que es una novela erótica.
La culpa de eso la tiene mi hermana, que me convenció para que escribiera algo así —confiesa divertida—. Sin embargo, desarrollar las escenas eróticas no es fácil. En cualquier caso, algún lector me ha dicho que Velouté no es tan erótica como pueda parecer, y otros que lo es en su justa medida. En esto, como en la mayoría de las cosas, cada uno tiene su vara de medir y su opinión. 

Hablemos de La casa en El Palmar: ¿el personaje de Amelia es la inspiración o la excusa? La inspiración —contesta sin pensarlo un segundo—. Yo quería contar la historia de mi abuela. El personaje de Amelia está basado en su propia vida. Inspirado en ella, con altas dosis de ficción, todo hay que decirlo. 

Entonces, ¿de qué va la historia realmente?

Como ya te dije, es la historia de mi abuela, Amelia en el libro. Un día le pregunté si se había casado enamorada. Su negativa me sorprendió y comencé a indagar un poco más. Eran otros tiempos y primaba la necesidad al amor. Había que buscar un buen partido. No siempre podías casarte con quien amabas. Mi abuelo siempre estuvo loco por ella, eso me consta. Así que esa fue mi idea y mi intención desde el principio: contar la vida de mi abuela. Me pareció que había cierta tristeza en su respuesta o así lo viví yo. Nosotros, desde nuestra mentalidad acomodada y caprichosa, juzgamos una época en la que lo habitual no era casarse por amor. Si no lo acordaban las familias como meros intercambios empresariales, lo forzaban las penurias, y el hambre. El tema principal gira alrededor de eso. Esta es una novela romántica disfrazada de otra cosa. Se me ocurrió incluir una trama policial y relacionarla con la historia original y La casa en El Palmar es el resultado. Creo que puede interesar tanto a lectores del género negro, como a los del género romántico porque es trepidante para contentar a los primeros, pero tiene algo de drama y pasión para mantener a los segundos en vilo. 

Bueno, no solo incluiste una trama policial, hay algo más. Algo relacionado con la imagen de la Virgen del Pino, ¿no?

Bueno, teniendo en cuenta que las dos tramas —la de finales de los años cuarenta y la actual— suceden en Teror, es imposible imaginar Teror, sea la época que sea, sin que esté omnipresente la patrona. Sin revelar demasiado, solo diré que la Virgen del Pino es sin duda uno de los personajes principales de la novela. La idea surgió al leer un pregón del año 2011 de las Fiestas del Pino en el cual María de los Reyes Hernández, catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, hablaba de una talla de la Virgen, la original. La describía con detalle y comentaba que, a su parecer, la talla que había aparecido en el «pino milagroso» y que se había dado por perdida hacía muchos años, se encontraba en el Museo de Arte Sacro de Vegueta, allí pasando desapercibida entre tantas otras. Y como ese anuncio tan famoso de los ochenta, aquella fue para mi novela “la chispa de la vida”. 

Y será la chispa para los lectores que se sumerjan en esta historia, seguro. ¿Existe de verdad la casa de El Palmar que se menciona en la novela? 

Sí, sí que existe. Era de mi familia y está en Los Laureles. —Annika se toma su tiempo y me muestra algunas fotos en su teléfono móvil. La casa tiene la apariencia que se describe en la novela. 

¿Y quién habita allí ahora?

La casa terminó vendiéndose. No sé quiénes son los actuales dueños. Pero ya no pertenece a mi familia. 

La historia está contada en dos espacios temporales. Eso a veces es un hándicap para el lector al que puede costarle situarse. Sin embargo, logras trenzarlo tan bien que la novela es aún más intrigante. ¿Elaboraste algún esquema para insertar en el texto las escenas y los tiempos?

No. Mira —Brunke saca del bolso un pequeño bloc en el que tiene numerosas anotaciones. Sus dedos recorren las páginas mientras me señala lo que ha escrito—, debo tener un montón de estos por todos sitios. Apunto cosas: ideas, nombres, anagramas… Lo primero que escribí fue la escena que se narra a partir de la página 32 del libro, la del caldo de papas y la alusión a la casa de El Palmar. Era constante la referencia de mi abuela a esa casa. Tuve que recabar mucha información de su vida, pero por otro lado, por sí sola no acababa de funcionar por algún motivo. Además me atraía la idea de incluir a un asesino en la novela. Fue entonces se me ocurrió enlazar las dos historias. A veces, me daban ganas de dejar de escribir sobre la vida de Amelia para centrarme en la investigación de la sargento Montes, pero eso habría sido como traicionar a mi abuela y su historia. Además, una necesita de la otra, juntas se van revelando e independientemente ahora no les vería sentido. 

¿Podríamos decir entonces que hay dos novelas en una?

Sí. Al menos dos historias en una novela: la historia de Amelia y la de Ana. 

¿Y a ti cuál te gustó más escribir? 

La de Amelia. Me manejo mejor narrando hechos de esa época (finales de los 40). No sé por qué, pero para mí es más fácil situarme. 

«La guardia civil me tomó por una chiflada». 

¿Cómo te has documentado para reflejar en la novela el modo en que investigan y se comportan los agentes de la ley? 

Internet es una buena fuente. Puedes encontrar de todo en la red, desde autopsias con fotos y detalle del proceso de descomposición de un cuerpo hasta la jerarquía de la Guardia Civil, y así un montón de información que realmente engancha. El cine también me ha ayudado a situarme, cómo negarlo, y, por supuesto, la imaginación. Intenté documentarme a través de la Guardia Civil, pero primero me ignoraron y después me tomaron por una chiflada —asegura entre risas—. Imagínate…, alguien llamando a la Guardia Civil para preguntar cómo se investiga un crimen y ese tipo de cosas (más risas). Me tomaron hasta los datos del DNI. 

¿Cuánto de Annika Brunke hay en Ana Montes, la sargento de la Policía Judicial de Arucas que está al frente del caso? 

Yo creo que hay un poco de Annika Brunke en todos los personajes. En lo referente a Ana, el estilo directo, hablar sin tapujos, ir al grano. Tal vez es en lo que más nos parecemos. También reconozco que soy un poco seca y digo bastantes palabrotas, aunque no lo parezca con esta cara de buena. 

¿Y cómo una mujer tan amable y dulce como tú es capaz de meterse en la piel de un elemento como Eduardo Alemán? 

Jajajaja. Yo creo que todos podemos ponernos en la piel del asesino. Fue muy duro escribir esos párrafos, me asqueaba hacerlo, pero debía escribirlos. Eduardo Alemán es así, tiene su propia moral. Lo peor es que hay gente como él ahí fuera. 

¿Y eso por qué? 

Puede parecer una tontería, pero el hecho de ser juez y parte en este proceso me hacía dudar del mérito de la obra para ser publicada. Quiero decir, no es lo mismo tener que pasar por el filtro de una editorial a ser parte de ella y editarlo sin más. Por un lado, me gusta la obra y creo sinceramente que merece ser publicada. Hemos trabajado mucho en la corrección y en la edición para que así sea; pero por otro, sentía que era demasiado fácil, por decirlo así. 

A propósito de esto: describes el centro penitenciario como un lugar deprimente y con mucha falta de mantenimiento. ¿Estuviste allí o simplemente echaste mano de tópicos para poner en situación al lector? 

No. no he estado nunca en la cárcel, gracias a Dios, ni siquiera de visita. Me documenté sobre eso. Quería saber cómo era una sala de visitas, ya sabes, si se esposa al prisionero a la mesa y cosas así. Encontré algunas noticias que hablaban del deterioro del centro penitenciario y lo incluí. Al final, terminé describiendo la escena como mejor me pareció. 

«Si reescribiera la novela, no se lo pondría 'tan fácil' a Ana». 

La novela tiene todos los ingredientes para atraer al lector: intriga, investigación policial, romanticismo, secretos inconfesables… ¿Si tuvieras la oportunidad de reescribirla añadirías algo más? ¿Echas ahora algo de menos?

Enriquecería más la investigación. No se lo pondría «tan fácil» a Ana. Creo que la sargento tiene algún golpe de suerte y tal vez mucha capacidad de deducción —Annika ríe divertida mientras se recoloca una y otra vez el pañuelo atado a su cuello—. En la ficción, los casos se solucionan mucho más rápido que en la vida real. 

Bueno, eso no es malo. Si no, nos iban a quedar novelas de muchísimas páginas, ¿no crees?

Sí, pero si tuviera que reescribir la historia, complicaría más algunas cosas. Desarrollaría más la investigación. 

Autopublicaste la primera edición. Después, Ediciones Garoé te propuso su reedición. ¿Si el lector pudiera compararlas, qué diferencias encontraría entre la primera edición y esta?

Esta edición está mejorada: los ajustes en el texto, la maquetación, el diseño de portada… En la primera edición, yo tuve que hacer muchos de esos trabajos y, claro, yo llego hasta donde llego. La profesionalidad de la editorial se nota en esta edición. Ha quedado bastante mejor, de hecho creo que la historia se transmite más limpia al lector, más directa. Y se han hecho cambios para apoyar a la trama a que se desarrolle de una manera más orgánica. Para que fluya. 

La acogida de la anterior edición fue buena. ¿Esperas algo parecido con esta segunda? ¿Cuáles son tus expectativas?

Para ser una novela autopublicada, sí lo fue. Ahora, con esta nueva edición, me gustaría cruzar el charco, que la novela se leyera más allá de Canarias. Que la gente que no tiene ni idea de dónde queda El Palmar o Teror conozca la historia.  

¿Cómo ves la industria de la edición y la publicación? ¿Es difícil entrar en el juego? Cuéntanos un poco tu experiencia.

Creo que hay muchísima gente que escribe muy bien y que no puede ver sus obras publicadas por una editorial. —La escritora gesticula con la manos sobre la mesa. De repente se ha puesto un poco más seria reivindicando el trabajo de otros autores—. Yo lo intenté durante mucho tiempo en la época en la que se enviaba el manuscrito en papel por correo postal. Nunca me contestaron. Bueno, una editorial sí que lo hizo, pero para decirme que no les interesaba. No es fácil. Creo que las editoriales que todos conocemos deberían replantearse por qué comenzaron su andadura años atrás. Si se trata solo de hacer dinero, se puede hacer dinero también friendo churros que es igual de respetable, pero si hablamos de literatura, yo pediría menos corporativismo y más oportunidades a los que de verdad tienen una buena historia entre las manos, que los hay y muchos. Con el importe del Premio Planeta, ¿cuántos escritores noveles se podrían editar? Lanzo esa pregunta al aire. 

Sé de buena tinta que preparas una segunda entrega de La casa en El Palmar. ¿Cómo llevas eso? 

¡Ay, Dios! —La autora vuelve a reír con ganas—. Lo llevo. Estoy en ello. Creo que la historia se merece un buen final; cerrar el círculo. Quiero crear una buena novela y llevo escrita más o menos la mitad, pero aún hay cosas que tengo que trabajar. Estoy en ello, estoy en ello —repite con su sonrisa renovada. 

¿Y en qué otras cosas andas metida en la actualidad?

Estoy escribiendo el primer volumen de una trilogía en la que interviene la sargento Montes, protagonista de La casa en El Palmar; también se trata de novela negra donde el protagonista es el asesino. He acabado una novela que se publicará el próximo año y que está en fase de revisión y otra novela erótica, Rivoli, la conclusión de Velouté. También quiero escribir una historia a partir de los recuerdos de la infancia de mi marido, un refugiado palestino que pasó su infancia y parte de su juventud en Jordania. 

«Deseo que se valore lo importante». 

¡Madre mía! Te veo ocupadísima. Termina el año, así que, si pudieras formular un deseo para 2023 que de verdad se cumpliera, ¿qué pedirías? La escritora piensa unos segundos en silencio. Después posa su mirada amable en mí y contesta: 

Que se valore lo importante. 

¿Y qué es lo importante para Annika Brunke? 

La familia, la salud, estar a gusto y tranquilo. Dejarnos de tonterías y ser felices, que la vida se va en nada. Y si pudiera dedicarme exclusivamente a escribir, sería la bomba. Eso me haría feliz. 

Me despido de Annika en el interior del centro comercial, junto al Auditorio Alfredo Kraus. Se acerca la Navidad, y «lo importante» y «lo menos importante» luchan por hacerse un hueco en un mundo audiovisual y virtual, un mundo con menos abrazos, con menos contactos. Annika y yo nos abrazamos bajo la luz fría del centro. Yo le deseo la mejor de las suertes con La casa en El Palmar y con todo lo que venga detrás. Después nos prometemos seguirnos de cerca. Eso será muy fácil para mí, sabiendo que ella tiene tantas cosas que ofrecernos en las próximas fechas. La veo marcharse con su andar tranquilo. Es difícil imaginar lo que pasa por su mente en cada momento. Annika puede inventar una historia en lo que yo acabo de escribir este último párrafo. ¡Qué mujer! ¡Qué escritora! Para no perderle la pista.

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